Saberes y prácticas. Revista de Filosofía y Educación / ISSN 2525-2089
Vol. 10 N° 2 (2025)/ pp. 1-4 / 
Sección Comentarios de Libros / Anticipo de Publicación
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
revistasaberesypracticas@ffyl.uncu.edu.ar / saberesypracticas.uncu.edu.ar
Autor: José Ignacio Scasserra y Susana Zattara (comp.)
Editorial: HomoSapiens
Año: 2024
Páginas: 203
ISBN 978-987-771-218-6
Eduardo Mattio [1]
Universidad
Nacional de Córdoba
Argentina
En lo que respecta a la formación específica
de lxs futurxs docentes de Filosofía, el volumen compilado por José Ignacio
Scasserra y Susana Zattara reviste una potente singularidad. La propuesta
editorial viene a llenar una laguna en los estudios vinculados a la Enseñanza o
a la Didáctica de la Filosofía en tanto cruza con acierto formación docente,
ESI y Filosofía, un enlace que se vuelve urgente en la actual coyuntura signada
por una “batalla cultural” que busca reconducir la vida social según patrones antiintelectuales,
antidemocráticos y moralmente conservadores. Esta nueva investigación de la
Colectiva Mariposas Mirabal, aunque situada en el marco preciso del Profesorado
en Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires, reúne toda una serie de presupuestos, sugerencias y conclusiones que
bien pueden extrapolarse a otras carreras de profesorado en Filosofía del resto
del país. Es en el carácter situado —aunque indicial— de la investigación que
descansa posiblemente toda la originalidad y la riqueza de esta nueva pesquisa.
Otra riqueza del volumen, como de la serie “La lupa de la ESI” publicada por
las Mirabal, es el compromiso con una transformación transfeminista de la
educación, en general, y de la ESI, en particular, que se viene desplegando
como programa de investigación y como intervención activista desde hace más de
20 años. En el caso particular de la formación docente en filosofía, tal
intervención transfeminista entiendo que se explicita en el capítulo 3 (a cargo
de Natalia Cantarelli y Laura Galazzi) e impone llevar a cabo un programa
—interseccional, antidualista y emancipatorio— de desestructuración y apertura
de la disciplina filosófica que involucra cuatro tareas conexas: enloquecer el
canon filosófico incorporando voces que se pretendieron ajenas (por su género,
raza, clase, etc.) en el relato filosófico oficial; tramar su abordaje a través
de otras experiencias y prácticas de producción del saber filosófico (ajenas al
extractivismo y a cualquier forma de supremacismo); explorar el envés de aquel
relato oficial a los fines de revelar los modos posibles —los repetidos, los no
recorridos— de subjetivación con y a partir de los conceptos; motorizar,
finalmente, otro deseo de la filosofía, otra sensibilidad filosófica que
nos abra a un ejercicio reflexivo colectivo que nos modifique a nosotrxs
mismxs, que interrogue el orden dominante e imagine otros mundos alternativos.
En esta reseña quiero
detenerme en tres
operaciones que realiza la compilación respecto del cruce entre
formación
docente, ESI y Filosofía. La primera destinada a la
crítica interna de la
disciplina filosófica misma en tanto contenido enseñable
en la universidad; la
segunda operación atenta al análisis descriptivo y
crítico del plan de estudios
de la carrera de profesorado de Filosofía en FFyL, UBA; la
tercera relativa a
la puesta en valor del curriculum en acción de dos
cátedras de la carrera en
cuestión, a saber, “Ética” (Cano y
D’Iorio) y “Didáctica Especial y Prácticas
de la Enseñanza en Filosofía” (Cerletti), espacios
curriculares que fueron motivo
específico de indagación.
La primera, como decía, tiene que ver con
una crítica aguda y acertada acerca de lo que hace la filosofía como disciplina
académica y profesional en el ámbito de la universidad pública. El libro se
detiene en un profesorado universitario en particular, pero, como dije, bien
puede ser indicativo de lo que ocurre en otros programas de formación de grado
en filosofía del país y de la región. Malena Nijensohn y José Scasserra, en el
capítulo 2, se refieren a lo que hace
la formación filosófica con la filosofía y el filosofar. El artículo recupera,
por una parte, algo que suele ser más debatido (aunque no por ello resuelto), a
saber, que la filosofía es un saber que en su larga tradición se ha
desentendido del cuerpo y de sus demandas. La filosofía no sólo se presenta
como un saber descorporizado en el largo trayecto que va de Platón a Kant. Esa
(des)vinculación problemática entre filosofía y corporalidad se patentiza
también en aquellas iniciativas más contemporáneas (fenomenológicas,
postestructuralistas, materialistas) que se imponen la tarea de aprehender lo
que sea un cuerpo. El volumen agrega a dicha crítica una observación mucho más
incisiva. Propone que la filosofía que se enseña en la universidad no solo deja
afuera al cuerpo sino que también se desliga del pensamiento mismo. En la
tradición academicista que cunde en las Universidades la filosofía no sólo no
piensa sino que resguarda un canon filosófico que se repite con mayor o menor
fortuna, a expensas de otras formas heurísticas o críticas de ejercer la
filosofía profesional. La formación de docentes y licenciados no privilegia el
filosofar como actitud y habilidad sino más bien la salvaguarda de una
tradición que amputa el despliegue de cualquier vocación filosófica. En el
mejor de los casos, formamos a lxs estudiantes para escribir papers que suelen limitarse a una
repetición acrítica y burocrática de lo que los cánones tradicionales
recomiendan saber. En este punto, y esto es lo interesante de esta primera
operación, la ESI en la formación docente de filosofía devuelve a la disciplina
no solo el cuerpo sexuado y generizado, sino también una interpelación al
pensamiento, en tanto lo desafecta de la tradición para sugerirle nuevos
derroteros críticos. Hacer posible que la filosofía institucionalizada recupere
su “pulso filosófico” no sólo supone considerar la ESI como un contenido a
aplicar —y en este punto la filosofía le hace algo positivo a la ESI—, sino más
bien como una interpelación a repensar los alcances de la disciplina como a
problematizar cuestiones que suelen quedar opacadas por la repetición acrítica
del canon.
La segunda operación se detiene en el
análisis de algunas presencias y omisiones relativas a cuestiones de género y
sexualidad en el plan de estudios de la carrera del Profesorado en Filosofía de
Puán. Se detiene fundamentalmente en el análisis de los doce programas de las
materias obligatorias —reconocidas como “ineludibles”— para la formación de unx
docente de filosofía. La descripción pormenorizada que se hace del plan de
estudios (cf. el capítulo cuarto a cargo de Sebastián Klein y de José
Scasserra) revela cuestiones preocupantes para la implementación de la ESI. Se
evidencian diversos aspectos que, reitero, podrían describir la situación de
otras carreras de filosofía, e incluso de humanidades o ciencias sociales del
resto del país: en la composición de los cuerpos docentes hay paridad entre
mujeres y varones cis, pero los Profesores titulares en su mayoría son varones
—nada prácticamente puede inferirse acerca de las disidencias sexo-genéricas—;
en lo que respecta a las inscripciones autorales sexo-generizadas, las mujeres
y disidencias filosóficas prácticamente están ausentes de los programas de la
carrera; en lo relativo a los contenidos explícitos pocas materias incluyen
cuestiones de género y sexualidad y solo una tematiza a la ESI; finalmente, en
lo que alude al compromiso con el uso inclusivo del lenguaje, solo un tercio de
los programas se desentiende del masculino genérico o del “hombre” como sujeto
u objeto de la práctica filosófica. Pese a que se reconocen ciertas
modificaciones y tensiones en el escenario en el que estos programas realizan
su cometido —vale aclarar, dicho escenario es el que ve modificado por el Ni
Una Menos, las derivas feministas que le siguieron y su impacto en los
claustros universitarios—, pareciera que formar “profesionales idóneos” en
filosofía —tal como se propone la carrera de filosofía en Puán— no requiere
asumir un compromiso explícito o necesario con contenidos o actitudes
vinculadas al campo de las cuestiones sexo-genéricas. Como en muchas otras
universidades, espacios curriculares tales como “Filosofía feminista” o
“Feminismo filosófico” (impartida por la Dra. Diana Maffia) solo cuenta como
asignatura optativa.
La tercera operación aborda el “currículum
en acción” de dos materias de ese plan de estudios: la cátedra de “Ética” a
cargo de Vir Cano y Gabriel D’Iorio y la de “Didáctica Especial de la
Filosofía” a cargo de Alejandro Cerletti y Ana Couló. Siguiendo a Gimeno
Sacristán, con “curriculum en acción” se alude a la puesta en práctica del
currículo, es decir, al modo concreto como se implementa y se vive dentro del
aula y de la institución educativa, con independencia de lo que declare o
prescriba en los documentos.
La investigación participante de las Mirabal en esos dos espacios da cuenta de
los modos en que se hacen efectivos ciertos compromisos implícitos o explícitos
con la ESI o con las cuestiones de género y sexualidad en la formación docente
en filosofía. En el caso de “Ética” ocurren al menos dos fenómenos interesantes en lo que respecta a
la intervención del canon filosófico tradicional. Por una parte se proponen
como contenido explícito cuestiones que no suelen formar parte de la formación
filosófica estandarizada, por ejemplo, sumar a Beauvoir al “magisterio de la
sospecha”, es decir, examinar lo que agrega la autora de El segundo sexo a las advertencias de Marx, Nietzsche y Freud, o
componer una última unidad en la que se problematicen desde Foucault, Butler y
Preciado las matrices heterosexuales de la razón práctica occidental. Por otra
parte, el curriculum en acción en Ética también pone en evidencia otro modo de
hacer presentes las cuestiones de género y sexualidad. En efecto, cuando se
problematizan ciertas cuestiones morales de la tradicion filosófica occidental
(particularmente, respecto de Kant) se vincula tales tópicos con dilemas y
preocupaciones éticas de nuestro tiempo: el aborto, el consentimiento, la
crueldad, entre muchos otros. En el caso de la “Didáctica Especial de la
Filosofía” acontece algo más destacable todavía. La ESI no es un contenido que
“se cuela por la ventana” en virtud de situaciones que irrumpen la tranquilidad
del claustro universitario. La ESI se problematiza explícitamente, forma parte
del curriculum en acción de una asignatura en particular en virtud de
compromisos e intereses previos del equipo docente. En el artículo
dedicado a dicho espacio curricular, Susana Zattara, con la colaboración de
Julia Centurión y Graciela Raele, dan cuenta del compromiso explícito de un equipo de cátedra como el de
Cerletti y Couló con la transversalización de la ESI. Tanto en la selección
bibliográfica como en las escenas observadas se evidencia la necesidad de
implementar la ESI en el campo de los estudios filosóficos. Esa inquietud
redunda en el desocultamiento de ciertas exclusiones operantes en la enseñanza
universitaria de la filosofía, anima a una vigorosa revisión del canon
filosófico que no sólo visibiliza el currículum
nulo —los silencios, las lagunas, lo no dicho—, sino que lo extraña, lo enrarece con la
convocatoria de problemas, autorxs y prácticas que resultan impertinentes desde
una óptica tradicional de la formación docente. Otro compromiso que se
revela en las escenas observadas es el interés del equipo de cátedra por
proponer una pedagogía situada (i.e.,
no universalista) que desde las epistemologías feministas permita otro
acercamiento a la enseñanza de la filosofía —que ponga en valor la
emocionalidad, la singularidad, la narratividad, la experiencia—, e incluso,
haga posible una revisión del propio trayecto educativo desde las marcas sexo-genéricas
que lo signaron.
En este sentido, este último
capítulo pone de manifiesto que la ESI puede tener un lugar propio en la
formación de grado (pese a que la ley 26150 no obligue a la formación superior
universitaria a cumplir con dicho cometido) y no solo porque se enseñe a lxs
docentes en ciernes aquellos contenidos de ESI que a su vez replicarán en su
futuro ejercicio profesional, sino porque tales contenidos de ESI, o mejor, la
ESI como perspectiva es algo que también tiene que ser enseñado a lxs jóvenes
docentes e investigadorxs que formamos en las aulas universitarias. Como
anticipan Cantarelli y Galazzi en otro de los capítulos, la implementación de
la ESI en la formación docente invoca una doble exigencia: (i) “proyecta una
implementación de la ESI que alcanza a nuevas generaciones de estudiantes con
un efecto multiplicador”, pero porque (ii) “[garantiza] el derecho de nuestres
estudiantes (futures docentes) a recibir ESI en tanto sujetos sexuados y
generizados” (p. 72). Es decir, estxs últimxs son también destinatarixs de lo
que la ESI promueve en términos de justicia erótica: para ellxs, o mejor, con ellxs es preciso componer una
narrativa sexo-genérica antipatriarcal, antirracista y antifascista que les
permita el acceso tanto a una vida sexual libre de violencia y discriminación
como a una vida genuinamente placentera. No sólo son los futuros agentes del
estado que se ocuparán de producir desde la ESI una justicia sexuada más
amplia; en este presente incierto y cruento tienen que ser lxs primerxs
destinatarixs de una educación sexuada
justa. En cifra, Filosofía en foco
nos recuerda que la ESI puede ser un proyecto pedagógico emancipador que en el
marco de la formación docente dispute el carácter androcéntrico de nuestros
campos disciplinares y extienda su capacidad crítica a los saberes, prácticas y
afectaciones de nuestra vida cotidiana. Es esa capacidad
transformadora y antiautoritaria que la ESI pone en juego la que nos convida,
parafraseando a Foucault, a ejercitar la ESI como una introducción a una vida
no fascista.
[1] Eduardo Mattio es Doctor y Licenciado en Filosofía por la
Universidad Nacional de Córdoba (UNC, Argentina). Es Profesor Adjunto de ética
y de metodología de la investigación en la Escuela de Filosofía e investigador
en el Área de Feminismos, género y sexualidades (FemGeS) del Centro de
Investigaciones María Saleme de Burnichon de la Facultad de Filosofía y
Humanidades (CIFFyH), UNC. Dirige el proyecto de investigación “Justicia
erótica: una crítica cuir de las gramáticas sexo-afectivas del presente”
(CIFFyH, UNC). Ha dictado seminarios de grado y posgrado sobre género y
sexualidad en diversas universidades del país (UNCa, UNR, UNVM, UNRC, UPC, UNGS
y UNER) y también fue profesor visitante en el Programa de Posgrado de
Antropología Social de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP),
México. Es miembro del Comité Académico del Doctorado en Estudios de Género del
Centro de Estudios Avanzados, Fac. Ciencias Sociales, UNC. Forma parte del
equipo docente de la Diplomatura Universitaria en ESI, Géneros y Sexualidades (FFyH,
UNC) y de la Especialización en Educación Sexual Integral (UPC).